-Número 2 -2-5 es hora de trabajar –
gritó un extraño ser robusto, enano y deforme que hacía guardia fuera de su
celda.
Número 2-2-5 era una chica alta, esbelta, con una cabellera negra como la
noche que le caía por encima de los hombros, con piel morena a causa del sol,
con manos y pies desgastados por el duro trabajo que la obligaban a hacer.
Esta chica era una prisionera más en el reino de Balthazar todo a causa de
una extraña marca de nacimiento que tenía en la espalda debajo del hombro
derecho, una estrella de cinco puntas rodeada de un círculo. Todos ahí tenían
alguna extraña marca de nacimiento, una media luna, símbolos extraños, círculos
unidos. Todos y cada uno de ellos eran tachados de brujos y eran obligados a
vivir en este infierno: Las minas. Eran encerrados aquí desde temprana edad
cuando la extraña marca era descubierta. Algunos eran vendidos como esclavos,
el resto morían en las minas.
Ninguno de ellos poseía un nombre, todos eran simples números, perdían
cualquier rastro de identidad o individualidad que pudieron tener en algún
momento. Pero esta chica era distinta a todos los demás precisamente por esto,
ella recuperó su identidad cuando, en un sueño, una hermosa mujer le repetía su
nombre una y otra vez: “Daliah, Daliah, Daliah, Daliah…”
Daliah salió de su celda y continuó la rutina de todos los días: trabajar
hasta el cansancio y regresar a su celda. Sin su nombre esto parecía no
molestarle pues no tener identidad era como ser un simple robot cumpliendo
órdenes pero desde que recuperó su nombre la rutina parecía un infierno, un
infierno que vivía día con día. Un terrible odio se almacenaba en su interior
todos los días, sentía que en algún momento explotaría.
Había ocasiones en que Daliah se detenía a mirar al cielo imaginando una
vida mejor, o tal vez simplemente una vida. Dejaba lo que estaba haciendo y
solo se ponía a pensar, y esto siempre le traía problemas.
-Número 2-2-5 ponte a trabajar- gritó ese extraño ser al ver que Daliah se
quedó especulando mientras levantaba una gran roca – en el reino de Balthazar
no se admite la holgazanería – sacó un látigo y lo azotó en su espalda
Algo en el ambiente se sentía extraño, como si el aire fuera un poco más
liviano, como si estuviera lleno de una extraña energía que entraba poco a poco
en el cuerpo de Daliah, lo que la obligó a tomar una profunda aspiración y
decir:
-Mi nombre… es Daliah-
- ¿Qué fue lo que dijiste? – dijo el ser
-Dije que mi nombre es Daliah-
-Así que fue eso… alguien necesita recordar que los brujos son una escoria
y no merecen un nombre-
Dos seres salieron de la nada y sujetaron a Daliah por ambos brazos, la
llevaron a donde castigaban a todo aquel que no quería entender las reglas: “La
cámara del miedo”, una pequeña cámara oscura que despertaba las peores
pesadillas del que se encontrara ahí. El proceso era largo y tormentoso, la
víctima comenzaba a alucinar cuando cerraban todas las cerraduras. Sus más
terribles pesadillas, sus más tormentosos miedos, todo aquello que ellos temían
cobraba vida. La única escapatoria era el dolor, la víctima comenzaba a abrirse
heridas en brazos y piernas esperando despertar de las alucinaciones.
Despertaban no por más de 10 segundos antes de volver a caer en la ilusión,
intentaban mantener su cordura por todos los métodos posibles pero al final todo
era inútil. Su mente, su alma, su voluntad, todo lo que ellos eran quedaba
destrozado y olvidado. La víctima salía de esa cámara sin ser nada ni nadie.
Daliah fue encerrada en la cámara y el proceso comenzó a atormentarla, se
aferro a sus piernas y hundió sus uñas en sus pantorrillas como escapatoria
desesperada pero inútil. Estaba a punto de perder su identidad pero algo en su
cabeza se aferraba a la cordura, no dejaba que ella sucumbiera.
Daliah entró en un shock, comenzó a susurrar palabras como si estuviera
poseída y escuchó claramente como una voz femenina le decía “tu nombre es
Daliah, no dejes que te lo arrebaten”. La cámara dejó de funcionar en ese
momento y Daliah pudo respirar tranquilamente, abrazó sus piernas e intentó
calmarse. Algo o alguien la había salvado. Tenía heridas superficiales en las
piernas pero podría salir caminando sin ningún problema. Se quedó sentada para
poder adoptar esa actitud neutral que debería tener al salir de ahí. Por fin
abrieron la cámara y Daliah salió fingiendo que el proceso había sido un éxito.
Los guardias tomaron a Daliah bruscamente para que volviera a sus deberes como
esclava.
Cortadas en las manos, latigazos en la espalda, heridas en los pies…
simplemente un día más en el reino de Balthazar, al final del día los conducían
a sus celdas, una pequeña cueva con un harapo viejo que usaban como cama y una
única muda de ropa.
Al acostarse, Daliah volvió a soñar con la hermosa mujer, pero esta vez no
estaba en la hoguera, simplemente estaba frente a ella. El solo hecho de verla
le causaba una inmensa paz interior. Y fue entonces cuando escuchó una voz, una
voz suave y delicada, no sabía de dónde provenía o si provenía de algún lugar,
pero escuchó claramente el susurro de esa voz que decía “Despierta”
…
-Número 2-2-5, levántate en este mismo instante, el comandante Rennek viene
de visita– le gritó el mismo ser deforme de todos los días
Daliah simplemente se levantó, se puso sus harapos viejos y se colocó
frente a la puerta como todos los días, esperando poder salir.
Comenzó con sus labores de día a día, hasta que escuchó unas trompetas a lo
lejos anunciando la llegada del comandante Rennek, un hombre alto y con cuerpo
definido, tenía una cara ruda y cuadrada, y una mirada que imponía su autoridad.
Todos continuaron su trabajo para no causar problemas, inclusive Daliah. El
comandante Rennek comenzó a pasear entre los esclavos.
-Estoy buscando un reemplazo, se acerca una fecha importante y es muy
probable que una de mis esclavas “desaparezca” – dijo Rennek mientras se
acercaba a Daliah.
Daliah comenzó a temer, corrían muchos rumores terribles acerca de los que
iban a “trabajar” para el comandante Rennek, muchos de ellos decían que Rennek
mataba por diversión.
-Tengo una buena oferta para usted, el día de ayer esta chica se rebeló
contra nosotros pero la cámara del miedo ha hecho lo suyo y esta como nueva,
hará lo que se le pida.- Le dijo uno de los seres a cargo del lugar, su número
es 2-2-5.
- Me la llevo, ten tu oro- dijo Rennek mientras le estiraba una bolsa de
oro
- Toda suya señor- dijo el ser mientras se retiraba con la bolsa de oro
Rennek la agarró bruscamente del brazo y la metió al carruaje con gran
fuerza. Fue un camino largo, lleno de rocas y baches en el camino, Rennek iba
en un carruaje más elaborado que soportaba tales movimientos bruscos sin que él
sintiera algo, pero el carruaje de Daliah era viejo y no parecía muy estable,
con cada movimiento Daliah caía y se hacía daño, tenía miedo de que en
cualquier momento el carruaje se destrozara y la dejaran caer en alguna piedra.
Sobrevivió con dificultad el camino llegando a una mansión gigante, parecía
tener dos plantas y muchas habitaciones. Por fuera había una fuente y un jardín
hermoso que rodeaba por completo la mansión. La entrada principal tenía unas
pequeñas escaleras y una doble puerta.
Una vez dentro de la mansión la llevó directamente a lo que sería su nueva
celda, nada diferente a lo que era antes. Situada en el sótano y completamente
apartada de cualquier otra habitación
-Mañana a primera hora comienzan tus nuevas labores, y prepárate pues
dentro de una semana tendré una importante reunión y hay muchas cosas que tengo
que preparar antes de hacerla.-
Cerró su celda dejándola a oscuras, Daliah sin saber que más hacer
simplemente se acostó y se quedó dormida.